Serie de televisión.

Reparto vario.

Marujilla limpiatriz simpática donde las haya, separada y marchosa.

Madre gargantúa que se come hasta los gatos y más basta que una sopa de esparto.

Hija salidilla que anda buscando guerra.

Hermano drogueta (ex) que tiene menos neuronas que el Moratinos del Tajuña.

Hijo golfete que imparte cursos de mangui.

Vecina putorrina que ejerce de tal y trata de disimularlo.

Tendero cebollero que se las da de filósofo existencialista.

Hijo del tendero con más plumas que la Celia Gámez.

Dueño del bar (Reinolds) más totalitario-fachendo que un cruce de Hitler y Chavez.

El pobre inmigrante (Machu Pichu) que sufre las incontinencias del jerifalte de la tasca.

Diversos adobos para aderezar la serie.

Vamos, real como la vida misma.

Hay miembros, miembras y miembres.

Hay diversidad, alianza de civilizaciones, cuota…

Reflejo de la realidad.

Y sobre todo, hay igualdad.

Porque hay de todo, tías, tíos, ties, gordos, gordas, gordes, gays, gueis, gois, manguis, mangas, mongos, putas, putos, putes, pilinguis, pilingos, cabras, cabros...

De buena tinta sabemos que es la serie fetiche de la ministra del ministerio fantasma: el de igual dá que el de dá lo mismo.

El Ministerio de la Sra. Aído.

La miembrilla.

O sea, Aída.

Nuestra España Zapateril...